Según informa Efe Agro, investigadores del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC) de la Universidad de Murcia buscan determinar las estrategias de manejo del suelo más idóneas para mejorar la productividad agrícola al tiempo que mitigan el cambio climático, convirtiendo al terreno en un almacén de dióxido de carbono (CO2).
Esta investigación está enmarcada en un proyecto del European Joint Programme EJP-Soil, que está coordinado por el Consiglio per la Ricerca in Agricoltura e l’Analisi dell’Economia Agraria (CREA).
Felipe Bastida, investigador principal del EJP-Soil en España y miembro del Grupo de Enzimología y Biorremediación de Suelos del CEBAS-CSIC, ha explicado que el objetivo de esta investigación es averiguar las estrategias de manejo del suelo que favorecen el secuestro de carbono en el suelo y, a su vez, reducir el flujo de gases de efecto invernadero, tales como el óxido nitroso o el metano, a nivel continental. El secuestro de carbono es la capacidad que tiene el suelo para absorber, por medio de las plantas, el CO2 de la atmósfera.
Los investigadores del CEBAS defienden que la reutilización de residuos orgánicos (composts, digeridos, biochar, entre otros) es una estrategia fundamental para aumentar la fertilidad del suelo y su productividad, a la vez que se aporta una salida racional y sostenible a la acumulación de residuos y se favorece el secuestro de carbono.
Sin embargo, la respuesta del suelo a estos materiales orgánicos depende mucho de las características del material, del tipo de clima y de suelo, tal y como ha matizado Mariluz Cayuela, investigadora del CEBAS-CSIC y participante en el proyecto EJP-Soil. Por ello, Cayuela ha añadido que el impacto de la fertilización orgánica sobre el balance de gases de efecto invernadero debe ser estudiado para cada región específica.
En particular, el objetivo de esta investigación internacional es evaluar qué tipo de enmiendas orgánicas, además de dónde, en qué cantidad y en qué momento están asociadas con un incremento del secuestro de carbono en el suelo, además de reducir la emisión de óxido nitroso y metano.
Cada zona tiene unos requerimientos nutricionales, unos cultivos y una climatología propios, por lo que el manejo de fertilizantes y del suelo debe ser necesariamente distinto.
Además, el proyecto pretende identificar los factores bióticos (microorganismos, plantas o cultivos) y abióticos (suelo, clima) que gobiernan dicho balance, incluyendo también aspectos relacionados con la microbiota del suelo y la calidad y composición química de los residuos orgánicos.
Según Bastida, iniciativas de este tipo son “fundamentales” para generar una agricultura que sea un motor económico, pero a la vez con un elevado respeto por el medioambiente y que contribuya a luchar contra el cambio climático.
“Se trata de un proyecto ambicioso que proporcionará un conocimiento de vital importancia a los usuarios finales y las administraciones, y será fundamental para proteger un recurso no renovable crítico para la humanidad y para generaciones futuras: el suelo”, concluyó el investigador.